Antón Dímov fue llevado al hospital de San Jorge el Gran Mártir el pasado 10 de febrero. Tomé una ducha caliente, y después comenzó todo: me faltaba el aire, (…)mis labios se pusieron azules, mis piernas se pusieron blancas, todo se enfrió. Llamé a mi madre. (…) Ella llegó, llamó a una ambulancia.
Dímov inmediatamente fue trasladado a la unidad de cuidados intensivos, pero, a pesar de las medidas de terapia intensiva llevadas a cabo por el equipo médico, su estado empeoraba progresivamente y provocó que el hombre sufriera más de 10 paros cardíacos durante su primera noche en el hospital.
“Los médicos una y otra vez restauraron la actividad cardíaca efectiva, el paciente fue sometido a una trombólisis sistémica que le salvó la vida”, relataron desde el hospital.
La situación de Dímov se vio agravada por el hecho de que tiene una predisposición genética a la formación de coágulos de sangre. “La COVID-19 y un trauma se convirtieron en un factor agravante en el desarrollo de embolia pulmonar recurrente, y el corazón no pudo soportarlo”, explicaron los médicos.
Dímov, por su parte, solo recuerda el momento en que ingresó en el hospital y el tiempo que pasó en cuidados intensivos tras volver a la vida. Señaló que los médicos estaban preocupados por su condición incluso cuando ya respiraba sin ventilador y podía hablar.
El 9 de marzo, tras pasar un mes en el hospital, Dímov finalmente fue dado de alta. Los médicos subrayaron que nunca antes habían llevado a cabo tantas medidas de reanimación seguidas, y consideran este caso como“una de las victorias más brillantes” sobre el COVID-19.