El panorama actual del enfrentamiento a la COVID-19 en Cuba es muy delicado. En un intento por sintetizar la situación podríamos añadir que esta podría ser una crónica de un rebrote anunciado.
Las cifras de contagiados, ingresados, sospechosos y bajo vigilancia se han disparado por jornada, a causa de los arribos internacionales, de los contactos de los viajeros y sus familiares y vecinos; de las fiestas de fin de año y las aglomeraciones.
Resultado de las violaciones de los protocolos higiénico-sanitarios, las indisciplinas, el exceso de confianza, en fin de la perse baja percepción de riesgo, el país ha retrocedido a fases anteriores en el combate al nuevo coronavirus.
Se preveía un alza de la epidemia con la reapertura de la economía y el turismo con sus flujos de vacacionistas desde mercados con presencia aguda del SARS-Cov-2; pero creo- o más bien estoy segura- que la realidad sobrepasó los estimados.
Nuestras aliadas- las estadísticas- lo anunciaron claramente, mas con la esperanza de que todas las medidas de profilaxis aun antes de bajar de los aviones los pasajeros y luego su comportamiento en tierra, ya fuera en hoteles, casas de renta o en hogares de parientes, estuvieran acorde con lo estatuido: los PCR (el primero al llegar), el aislamiento, luego la segunda prueba al quinto día y la responsabilidad de cada cual.
El vocero del MINSAP, el popular y sabio Doctor Francisco Duran García, ha vuelto otra vez en cada jornada matutina a alertarnos de la complejidad y magnitud epidémica. Sus fuertes exhortaciones responden a que se han desobedecido los más diversos procederes hasta los imprescindibles como el uso permanente del nasobuco y el distanciamiento físico.
A los conceptos de la nueva normalidad y el actuar con conciencia del peligro de manera individual, familiar y colectiva le ha sobrevenido un 2021, con un escenario donde los retos son muchos, encabezados como siempre por el imperativo de salvar vidas y minimizar la propagación del temible virus, que sigue dando guerra dentro y fuera de fronteras.
La ciencia continúa trabajando a ritmo acelerado, pero todavía la o las vacunas no están disponibles para los cubanos, por lo que el respeto a lo reglamentado para el caso, para menores y mayores, para todos, sigue en pie. No es posible hacer oídos sordos ante el incremento exponencial de los enfermos, con muchos menores involucrados y lamentables muertes incluidas.
Desde la arrancada del mes en curso la COVID y la Tarea Ordenamiento son la comidilla del diario acontecer en la Isla. La segunda por ser un abarcador y complejo plan, que excede con mucho a la elevación de los salarios y los precios, en tanto la primera nos espanta en cada mañana con nuevos records de casos positivos y con la desagradable certeza de que la tendencia al alza continuará.
“Es muy importante que superemos esta situación”, subrayó recién el Presidente de la República, Miguel Diaz-Canel Bermúdez, quien se mostró confiado en que si se trabaja bien, como sabemos hacerlo, podemos bajar los niveles de contagio.
Queda claro que, además de preocuparnos, tenemos todos que ocuparnos y cuestionarnos si cada quien está cumpliendo con lo que le corresponde. Vendrán nuevos encierros y cuarentenas, y más sueños postergados; pero no olvidemos que lo que está en juego es la existencia misma.
Les aseguro que ojalá nunca tuviese que haber escrito esta crónica sobre un cierto rebrote anunciado de la COVID-19 en Cuba.