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Mujer coraje

Dra. Ana Andrea Uribasterra Campos

Si hubiera que definirla con una sola palabra, sería: coraje, pero si pudiera agregar otras, para sintetizar a esta mujer de bata blanca, añadiríamos, constancia, entrega, sabiduría y Maestra de la Obstetricia y Ginecología Latinoamericana.

Ese título lo recibió de la Federación Latinoamericana de Sociedades de Obstetricia y Ginecología (FLASOG) en 2011; sin embargo, ya lo tenía muy bien ganado desde las aulas, pasillos, salas y unidad de partos del hospital provincial universitario Vladimir Ilich Lenin, donde por estos días acaba de cerrar con broche de diamantes 53 años de activa y fructífera vida profesional.

De Placetas, provincia de Villa Clara, llegó ella a Holguín en 1970, con el título de recién graduada de doctora en Medicina de la Universidad de La Habana, desde entonces, Ana Andrea Uribasterra Campos supo que de esta ciudad, a la que ama como suya, no se marcharía nunca y menos dejaría de ser parte indisoluble de la historia del hospital insigne, cuyo colectivo la acogió sin reparos y brindó apoyo para ya en 1974 hacerse Ginecobstetra.

A partir de ese momento vinieron una y otras categorías docentes y científicas hasta lograr el título de especialista de Segundo Grado, máster en Atención Integral a la Mujer y profesora consultante, además de atesorar un amplio cúmulo de cursos, como el de prematuridad, enfermedad hipertensiva, genética perinatal, bioética, entre muchos otros en Cuba y varios en el extranjero: en de perinatología, en Ciudad de México y Atención a la Mujer y el Niño, en Alemania, por solo citar algunos.

De estos y otros detalles de la vida de la Uribasterra, como suele llamársele, se habló, hace unos días, a salón repleto de trabajadores del “Lenin” y las máximas autoridades políticas y gubernamentales de la provincia, a propósito de la despedida a la doctora de su vida activa en la profesión, aunque como aclarara ella, “nunca estaré fuera o ajena de lo que acontezca en mi hospital, a colegas y alumnos”.

Y es así, pues para quien a los 81 años de edad dice que no se jubila, sino que tomará un breve descanso, porque ya no es la misma para caminar, como siempre lo hizo, desde su casa en la calle Aricochea hasta el hospital, día tras día, para pasar visita a sus pacientes, impartir clases o entrar al salón de partos, donde su pericia en eso de traer niños al mundo era todo un lujo presenciar.

Ahora, a la hora del recuento merecido de la historia de la doctora es difícil tratar de sintetizar su fértil hoja de servicios dentro y fuera de la provincia, donde resalta su labor de innovadora con premio de la Anir, con el trabajo “Creación y utilización del pesario de apoyo en la profilaxis de la prematuridad”, que se convirtió en ícono para el Programa de Atención Materno Infantil (Pami) en Cuba.

Durante el curso en Alemania, a principios de los años ´80, conocí de la utilización del pesario y traje la idea para acá. Fuimos a la hilandería Inejiro Asanuma, de Gibara, para ver la posibilidad de fabricar allí ese dispositivo plástico adecuado a las vaginas de las cubanas, pues el empleado allá en Europa era de un mayor tamaño.

Logramos producir cantidades necesarias, para utilizarlo en las embarazadas y así evitar el aborto espontáneo o parto prematuro, lo cual permitió bajar la incidencia”.

Hace algunos años la vida quiso jugarle una mala pasada, pero la voluntad de esta mujer unida a los especialistas que la atendieron, logró vencer una enfermedad oncológica y seguir adelante con el mismo ímpetu que la ha caracterizado.

Sin embargo, los que conocen a Uribasterra, dicen que “su amor al ¨Lenin¨ es su fuerza motora para enfrentar cualquier escollo y vencer escaramuzas”, y más que eso, para estar siempre en primera fila y donde hiciera falta.

Por eso, no dudó en cumplir misión internacionalista itinerante en la República Bolivariana de Venezuela, desempeñarse por largo tiempo al frente de la Unidad de Partos y del servicio de Perinatología del hospital Lenin, jefa de la Cátedra de Ginecología y Obstetricia y transitar de profesora auxiliar hasta consultante, categoría que mantiene, pues a pesar de su jubilación seguirá activa en la tarea, al igual que como Presidenta de tribunales estatales.

Por toda su labor, la doctora ha sido merecedora de múltiples reconocimientos, como Premio Anual de la Salud, la Tiza de Oro y varios otorgados por la Universidad de Ciencias Médicas, entre ellos el de la Excelencia en la Educación Médica, y el de carácter internacional conferido por la FlASOG, en representación de Cuba.

Méritos no les falta a esta mujer de bata blanca a la que por más de cinco décadas se le vio, siempre erguida con su bata bien blanca, desandar calles de esta ciudad camino al “Lenin” o la Universidad, porque “para mí la profesión y más la especialidad médica escogida nunca han sido un problema, por el contrario resultan una diversión, mi felicidad”.

Me jubilé por el transporte, ya no es fácil a mis 81años ese ir y venir constante, pero me siento bien, todavía útil y aquí estaré para lo que haga falta”, afirma con toda la energía características muy propias de esta doctora, maestra de varias generaciones de médicos que hoy la respetan y admiran.

Así lo confirmó, a manera de despedida, la doctora Yasmina Jiménez Leyva, vicedirectora de la maternidad del hospital Lenin, quien dijo que no hay adiós para su profesora, porque aunque “llega a su fin una etapa de esfuerzo y trabajo, emprenderá nuevos caminos, siempre sabiendo que aquí estamos nosotros y, lo más importante, nos queda su trayectoria plasmada en este hospital; sus enseñanzas grabadas en cada uno de quienes fuimos sus alumnos, que la agradecemos infinitamente los minutos de su tiempo invertidos aquí; la paciencia tenida con nosotros y por sembrar sus conocimientos y valores”.

Desde la tranquilidad de su hogar, Ana Andrea Uribasterra Campos piensa y piensa en tantas cosas, en la familia construida, en lo que ahora podrá y puede hacer; repasa documentos, desempolva recuerdos, acaricia medallas y distinciones, pero al final siempre sus recuerdos terminan en el edificio multicolor donde ha quedado su impronta.

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Aylen M. Guerra Cruz
Lic. Ciencias de la Información
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