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Poner el hombro.

LMH 261: desde el 23 de enero para un grupo de científicos esa soy yo. Las poco más de 800 personas que me acompañan en la etapa II B de la fase dos del ensayo clínico de Soberana 02 son otros números y otras letras. El estudio se conduce a “doble ciego”, ni voluntarios ni investigadores saben qué entró a nuestros cuerpos: ¿vacuna o placebo? Pronto lo sabré.

Hace dos meses llegué corriendo al Policlínico 19 de abril. Era el día del reclutamiento, me habían citado a los once, pero a las diez estaba en el lugar. Tenía el corazón a mil. ¿Y si tengo la presión alta? ¿Y si no clasifico? ¿Y si…? Miles de preguntas, mientras me quitaba los zapatos y ponía los pies en el piso. Dicen que alivia la tensión, no sé, yo me empecé a relajar.

No es fácil entrar a un ensayo clínico. Lo supe entonces. Todo tiene que estar perfecto, o al menos totalmente controlado. En el salón del primer encuentro coincidí con personas de todo tipo. Había una señora que ponía música clásica en su celular, creo que nos quería relajar a todos; había un muchacho fuerte, que debe haberse gastado horas y horas de ejercicios, tenía un tatuaje enorme en un hombro, en el otro no (de lo contrario, no entraba al estudio); había una pareja que mientras esperaba, cazaba combos en TuEnvío; había un padre con su hijo; un hombre que leía a Padura; dos abuelos a los que le presté bolígrafo para que firmaran su consentimiento informado.

Una doctora –joven y con presentación en power point – nos puso al tanto de todo: podían participar ciudadanos cubanos, entre 19 y 80 años; no serían incluidos quienes tuvieran alguna condición médica descompensada; estaríamos aleatoriamente en dos grupos de tratamiento, los que recibirían el candidato vacunal y los de la formulación placebo “que no tiene el componente responsable de inducir una respuesta inmune contra el SARS-CoV-2”; era requisito de la investigación comparar la respuesta inducida por la vacunación contra el grupo que no la recibía; en caso de caer en el segundo, accederíamos igual la Soberana 02 cuando terminara el ensayo clínico. Nadie se iría en blanco.

Con los días vinieron largos interrogatorios, diría mi madre que “querían saber hasta dónde el jején puso el huevo,” exámenes físicos rigurosos, incluso test de embarazo para las mujeres en edad fértil, varias pruebas de PCR, extracción de sangre, los pinchazos en el hombro (mi izquierdo siempre), las consultas de seguimiento a las 24, a las 48 y a las 72 horas, el diario de efectos adversos que en mi caso solo tuvo marcada hasta ahora la primera casilla: dolor en el sitio de la vacunación, que no interfirió en la actividad diaria y no necesitó medicamentos. Lo demás – un rosario de posibles malestares – nunca ocurrió.

Este domingo fui a hacerme el último PCR. Si todo sale bien (mucho me he cuidado en estos días de estudio, a pesar de la posible inmunización) debo recibir la tercera dosis el 24 de marzo. La primera fue el 27 de enero, recuerdo que esa noche la terminé en la fragua martiana en un homenaje a Martí. La segunda ocurrió el 24 de febrero, otro día digno para la Patria.

Poner el hombro para Soberana 02 ha sido también una vuelta a esa historia de hombres y mujeres emancipados, valientes, entregados a su nación de todas las maneras posibles. Hubo quien puso el pecho, hubo quien puso literalmente la vida, y por ellos estamos aquí: haciendo vacunas en medio de un mundo cada vez más desigual, más egoísta. Y gracias a aquellos ejemplos de desprendimientos personales cientos de cubanos, con los ojos cerrados, se están apuntando como voluntarios y se están convirtiendo en letras y números por el bien de otros.

El 19 de mayo del 2020 el presidente Díaz-Canel visitó el Centro de Neurociencias de Cuba. Luego del recorrido, en un teatro de la institución, convocó a los científicos a lograr “nuestra vacuna para tener soberanía”, aunque haya de otros países, les dijo, nosotros necesitamos la nuestra. Eran días difíciles, de mucha incertidumbre para todos. Pero ni en el mejor de mis sueños imaginé que, menos de un año después de escribir sobre ese momento, sería voluntaria, precisamente, del primer candidato vacunal de Cuba contra la COVID-19.

Ahora tenemos Soberana 02 en la capital; Abdala en Santiago, Guantánamo y Granma; Soberana 01 alistándose para llegar a Cienfuegos; Soberana Plus para los convalecientes; y Mambisa también en estudios. Algunos cientos estamos terminando fase dos, unos miles empezando la tres, y otros 150 mil a punto de pincharse como parte de un estudio de intervención recién aprobado. Las fases se solapan, no solo en Cuba, también en el mundo, en una carrera por la vida que de otra manera tardaría años. Las horas de desvelo de nuestros científicos se están haciendo realidad en millones de frascos y es ¡increíble!

Este miércoles pondré el hombro por tercera vez. Cada vez que lo he hecho cierro los ojos, no por temor, jamás he tenido miedo a las vacunas, menos a esta que nos salvará a todos. Cierro los ojos y pienso en Carmen y Elena, mis hijas, que hace un año viven días de incertidumbres y cero abrazos. Pongo el hombro por Cuba y por ellas. No hay mayor impulso para hacerlo.

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Lic. Karen Magda Peña Rodríguez
Editora Principal | Licenciada en Bibliotecología e Información Científica.

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